martes, 26 de noviembre de 2013

Miedo (3ª Parte)

Sus ojos se abrieron de forma súbita, su cuerpo se incorporó a la vez que un largo y espeluznante grito ahogaba el silencio de la mañana. Calló. Llevándose las manos a la cabeza como para aguantársela se dio cuenta que, una vez más, despertaba empapada de sudor. 

Se miró los brazos, las manos; se miró los dedos. Destapó sus largas piernas y las observó mientras las volteaba hacia uno y otro lado. Respiró profundamente aliviada: no había rastro de los cardenales. No estaban allí. Su cuerpo, su piel, todo era blancura. Volvió a respirar y, mientras lo hacía, su mano izquierda se deslizó por esa parte vacía de la cama donde hacía algo más de un año... yacía él. 

Habían pasado 13 meses exactamente desde la brutal paliza que casi acaba con su vida. 

Durante demasiado tiempo, Eulalia había normalizado una situación de total y absoluta sumisión hacia su torturador, un hombre cuya cruel personalidad y cobarde espíritu había decidido arruinar cualquier resquicio de dignidad de una mujer cuyo único sueño era ya... sobrevivir.

Una tras otra, las palabras hirientes de un hombre fracasado habían ido mellando la autoestima de Eulalia hasta llegar a tener una completa convicción de culpabilidad e incluso merecido castigo cada vez que su marido decidía quitarse la correa y propinarle una de las brutales palizas.

Eulalia había llorado. Eulalia había callado. Eulalia había intentado ser fuerte. Lo había casi conseguido hasta que su monstruo despertó aquel día en el espejo. Un monstruo cuyo objetivo exquisito era la venganza.

... Continuará ...




Si no habéis leído el comienzo del relato... el enlace está pinchando sobre la imagen del espejo:

sábado, 23 de noviembre de 2013

Miedo (2ª Parte)

Recorrió el pasillo con la vista fija en el suelo para no tropezar, empeñada en no encender más luces que pudieran romper la penumbra de la casa. El lejano brillo de la luz de su habitación a sus espaldas bastaba para alargar las sombras de la totalidad de objetos inanimados que descansaban sobre la cómoda del pasillo. Sintiendo un escalofrío a su paso, miró de reojo la pared vacía que coronaba la cómoda donde, hacía algunos meses, había colgado un enorme espejo enmarcado en forja.




― ¿Diga?
― Hola.
― Hola. ¿Quién es?
― Soy Lucía.
― Lucy… ¿pero tú sabes qué hora es?
― Lo sé.
― Dudo que lo sepas. ¿Qué ocurre?
― Acabo de soñar contigo.
― Y tu explicación no podía esperar a mañana, ¿no es cierto, hermanita?
― No.
― Puffffffffffffff ― resopló Eulalia.
― He visto tu espejo.
― ¿En sueños? ― espetó Eulalia en tono sarcástico, casi burlón.
― Sí Laia, en mis sueños. ― dijo con normalidad Lucía.


A pesar del esfuerzo de Eulalia por no estremecerse al escuchar la palabra espejo, no pudo evitar sentir un pinchazo agudo recorriendo su columna desde el cuello hasta la parte indigna de la espalda. De nuevo visualizó aquella imagen reflejada en el espejo mientras ella se miraba de frente: aquel horripilante monstruo no podía ser ella.

... Continuará ...


Les dejo el enlace al anterior capítulo pinchando en la imagen de Eulalia aquí abajo.


jueves, 21 de noviembre de 2013

Miedo - Inicio

La noche era oscura y fría, quizás como lo son todas, quizás no. La niebla empañaba cualquier rastro de estrellas que pudieran verse en otras noches veraniegas de hace ya algunos meses. A través de los cristales lo único que podía verse era algún destello de faros subiendo la sierra hacia no se sabe dónde. Era difícil imaginar quién se adentraría en la oscuridad de aquellos montes a esas horas. Sin embargo, el resplandor de aquellas luces lejanas
le daba la paz que necesitaba. Tal vez era la seguridad de saberse a salvo dentro de sus cuatro paredes preferidas. O tal vez era tan solo la dejadez y el vacío que la invadían durante algo menos de un par de minutos, justo el tiempo que sus ojos seguían, de forma inevitable, el recorrido de esos rayos de luz hasta perderse en la última curva antes de la siguiente colina.

Respiró, y mientras lo hacía, vio salir su aliento gélido por la boca. Realmente hacía mucho frío. Dando media vuelta, alargó del perchero la bata azul de terciopelo, la de las noches en vela. No había acabado de anudarla cuando su corazón dio un vuelco dentro del pecho: el teléfono sonaba de forma estruendosa. Unos segundos de confusión bastaron para darse cuenta que no era normal que alguien llamase pasadas las tres de la mañana. Para ser sinceros, no era siquiera normal que alguien llamase.


Eulalia llevaba demasiado tiempo sin salir a la calle y había perdido el poco contacto que aún mantenía con el exterior desde que su perro había dejado de pertenecer a este mundo para pasar a una vida mejor.

El teléfono había dejado de sonar para volver a hacerlo por segunda vez, de forma insistente y sin dar tregua. Su sonido aceleraba el ritmo sanguíneo de Eulalia, que no atinaba a encontrar el interruptor de pellizco que había justo encima de su mesilla de noche.

―Tendrían que llamar por tercera vez si esperan que a mí me dé tiempo a llegar al auricular antes de que cuelguen ― pensó Eulalia.


 ... Continuará ...

¡Menudo frío!


Cool, froid, Erkältung, zimno, freddo, hotz, malvarma, fred, zima, koude o simplemente frigida en latín.
 


Frío en español. Biruji para los amigos.



Cualesquiera que sea el idioma para decirlo, el caso es que se ha convertido en la palabra más escuchada por las calles de nuestro país estos últimos días. Sirve para romper el hielo (entiéndase el juego de palabras) en conversaciones con vecinos, es excusa para marcharse pronto de un lugar incómodo, o para arrimarse a esa personita especial a la que le cuesta un poco darte un abrazo.

Las estufas encienden sus barras, los centros comerciales se convierten en refugio gratuito anti-frío (calefacción sin límites), los supermercados ofertan reconfortantes caldos caseros para calentar el ánimo… todo sirve cuando el viento arrecia.


Los que me conocéis (y para los que no, ahora debéis seguir leyendo) (el resto también, por favor) sabéis que el frío es para mí una tortura que dura demasiados meses al año. Toda ropa me parece poca para ponerme encima, mi silueta aparece encogida contínuamente por la presión gélida del viento en mi cara, rodeada de estufas y calefactores, buscando siempre un cachito de sol por las calles… pero sigo teniendo frío. He buscado solución a mi problema y quería compartirlo con vosotros:

Dicen que… Para combatir el frío no sólo debes abrigarte, sino también tener una buena alimentación. Más sopas y guisos, o un buen atascaburras de los de Albacete. Para quién lo desconozca, se trata de un plato castellano elaborado con bacalao en salazón, patatas cocidas, huevos, aceite, ajo y nueces. Dicen también que si utilizas nieve derretida para la cocción sabe doblemente bueno.

Dicen que… Una buena idea es arropar la casa con alfombras. Mejor con colores cálidos (rojo, anaranjado, etc) que dan sensación real y virtual de calor.

Dicen que… si realizas ejercicio físico no solo te olvidas del frío sino que puedes llegar a sudar en pleno invierno.

Siempre nos quedará la bolsa de agua caliente que heredamos de la abuela. Las hay con diseños muy modernistas y hasta elaboradas con agradable tela polar en su exterior para dar, desde el primer momento, la sensación de calor que buscamos. Yo creo que me voy a pedir una a los Reyes Magos…



miércoles, 20 de noviembre de 2013

Día Universal del Niño

¡Bienvenidos al mágico mundo de la infancia! Un mundo donde reír es rutina y soñar es obligado. Un mundo para saltar y jugar. Un mundo de nubes y caramelos. Un feliz mundo donde ser adulto queda prohibido. Un mundo lleno de colores en el que el blanco es tan solo una pausa del arcoiris. Las guirnaldas adornan ya todo el recinto y comienzan a salir las tartas de chocolate de la cocina. Todo está preparado para el comienzo del Gran Día: EL DÍA DEL NIÑO.



Lamentablemente, ser niño no siempre es así. No todos los niños pueden reír. Los hay que se olvidaron de hacerlo. Los sueños más inalcanzables para muchos de ellos son conseguir algo que comer para el día siguiente. Algunos sueñan con paz. Muchos de ellos tienen como juego cargar con armas desde bien pequeños. La palabra felicidad les queda… demasiado lejana. Y no hace falta alejarse mucho de nuestra propia calle para darnos cuenta de que las guirnaldas no son precisamente lo que alumbra las casas de muchos de nuestros vecinos, con una vida cada vez más precaria. Nuestros propios hijos reciben cada vez con más frecuencia una negativa ante sus peticiones de caprichos antes asequibles y ahora cada vez más imposibles. Las tartas han sido sustituidas por el pan y chorizo de toda la vida. Seamos realistas: esto no va bien.

No alcanzamos a pronosticar cómo afectará toda esta crisis a nuestros hijos, no solo a nivel económico si persiste la situación, sino también psicológicamente, con costumbres y hábitos adquiridos a fuerza de rutina obligada. Nuestros padres, que tan poco tuvieron, quisieron dárnoslo todo, entregarnos tantas cosas que “a ellos les hubiera gustado tener”. Nos acostumbraron a un “siempre sí” como respuesta a nuestras exigencias, cada vez más desorbitadas y crecimos pensando que “el dinero nacía de los árboles”. Derrochamos dinero y lo hicimos alegremente, sin percatarnos de que también estábamos derrochando la vida. Ahora no solo tenemos que re-aprender a vivir escatimando sino que hemos aprendido a decir “siempre no”. Tristemente eso pasará factura. Cíclicamente podría repetirse la historia y el día de mañana encontrarnos con que nuestros nietos tienen “todo aquello que nuestros hijos no pudieron tener”.

La espiral de la vida… nunca sabes dónde te lleva.

Ahora no hay elección. Tenemos que pasar con lo puesto y apretar los cinturones para sobrevivir. Tan solo intentemos encontrar, al menos, el equilibrio emocional a todo esto: lo que materialmente es un “siempre no” transformémoslo en un emocional “siempre sí”.

Les dejo con una cita:

El niño es realista; el muchacho, idealista; el hombre, escéptico, y el viejo, místico.

domingo, 10 de noviembre de 2013

Sonríe




He decidido sonreír. Sonreiré a todas horas. Me pintaré la sonrisa si hace falta. Nadie será capaz de borrarla de mi cara. Ninguna circunstancia hará que desaparezca. Sonreiré siempre. Sonreiré cuando me pisen. Sonreiré cuando llore. Sonreiré mientras cocino. Me dormiré sonriendo. Mi sonrisa será eterna. Mi sonrisa será famosa. Todos hablarán de ella. No necesitarán pedirme que sonría cuando me fotografíen. Sonreiré cuando te vea. Pero también sonreiré mientras te marchas. Sonreiré hasta que los músculos de mi cara se quejen de su falta de descanso. Sonreiré a mi jefe. Sonreiré a mi vecino. Sonreiré cuando me cruce contigo en la calle, no te sorprendas por ello. Haré feliz a todo el mundo que me mire. Alegraré sus espíritus con mi sonrisa. Sonreiré mientras canto pero también cantaré mientras sonrío. Te sonreiré a ti. Tan sólo sonreiré. Pero no me pidas que sea feliz, aunque sí que te lo cuente. Seré capaz de contarte lo feliz que soy y sonreiré mientras lo hago... porque es lo que todo el mundo quiere: ver mi sonrisa. La niña que hay dentro, ésa... ésa no aprendió aún a vivir.





jueves, 7 de noviembre de 2013

El peso de las estrellas

Tan altas, tan brillantes, titilaban en la oscuridad de las noches sin luna, las estrellas me habían hecho compañía durante todos los años de mi vida. Desde niña me había gustado mirarlas. Había soñado poder tocarlas. Soñaba subir por una larguísima escalera de oro y robar una. Ilusa… Pero ahí seguían. Nadie había conseguido robar ni una siquiera. Brillaban con un retraso de millones de años luz, pero brillaban. Su fulgor me hacía no pestañear siquiera mientras repasaba todas las noches, que ahora me parecían infinitas, en las que me había quedado dormida mirándolas. Tumbada en mi cama, con la almohada doblada aplastando mi oreja, mi ventana abierta en verano me abría la vista siempre al cielo abierto de las noches estrelladas. Ellas siempre estaban allí. Habían conocido mis más escondidos secretos de adolescencia. También habían escuchado mis pesares de mujer infeliz con algunos años más. Sin embargo, era ahora y solo ahora cuando comenzaba a notar el peso de aquellos astros. Pesaban. Me recordaban todo lo que ya pasó, un montón de años más o menos vividos, otro montón de experiencias y episodios de mi vida. Pero sobretodo me pesaban en los párpados, que ahora se cerraban (al fín) por el peso de la edad. Siempre supe que acabaría así. Siempre quise que así fuera. No hay mejor forma de morir que la elegida. Morir viendo las estrellas. Si tan solo pudiera ver una estrella fugaz más…