miércoles, 20 de noviembre de 2013

Día Universal del Niño

¡Bienvenidos al mágico mundo de la infancia! Un mundo donde reír es rutina y soñar es obligado. Un mundo para saltar y jugar. Un mundo de nubes y caramelos. Un feliz mundo donde ser adulto queda prohibido. Un mundo lleno de colores en el que el blanco es tan solo una pausa del arcoiris. Las guirnaldas adornan ya todo el recinto y comienzan a salir las tartas de chocolate de la cocina. Todo está preparado para el comienzo del Gran Día: EL DÍA DEL NIÑO.



Lamentablemente, ser niño no siempre es así. No todos los niños pueden reír. Los hay que se olvidaron de hacerlo. Los sueños más inalcanzables para muchos de ellos son conseguir algo que comer para el día siguiente. Algunos sueñan con paz. Muchos de ellos tienen como juego cargar con armas desde bien pequeños. La palabra felicidad les queda… demasiado lejana. Y no hace falta alejarse mucho de nuestra propia calle para darnos cuenta de que las guirnaldas no son precisamente lo que alumbra las casas de muchos de nuestros vecinos, con una vida cada vez más precaria. Nuestros propios hijos reciben cada vez con más frecuencia una negativa ante sus peticiones de caprichos antes asequibles y ahora cada vez más imposibles. Las tartas han sido sustituidas por el pan y chorizo de toda la vida. Seamos realistas: esto no va bien.

No alcanzamos a pronosticar cómo afectará toda esta crisis a nuestros hijos, no solo a nivel económico si persiste la situación, sino también psicológicamente, con costumbres y hábitos adquiridos a fuerza de rutina obligada. Nuestros padres, que tan poco tuvieron, quisieron dárnoslo todo, entregarnos tantas cosas que “a ellos les hubiera gustado tener”. Nos acostumbraron a un “siempre sí” como respuesta a nuestras exigencias, cada vez más desorbitadas y crecimos pensando que “el dinero nacía de los árboles”. Derrochamos dinero y lo hicimos alegremente, sin percatarnos de que también estábamos derrochando la vida. Ahora no solo tenemos que re-aprender a vivir escatimando sino que hemos aprendido a decir “siempre no”. Tristemente eso pasará factura. Cíclicamente podría repetirse la historia y el día de mañana encontrarnos con que nuestros nietos tienen “todo aquello que nuestros hijos no pudieron tener”.

La espiral de la vida… nunca sabes dónde te lleva.

Ahora no hay elección. Tenemos que pasar con lo puesto y apretar los cinturones para sobrevivir. Tan solo intentemos encontrar, al menos, el equilibrio emocional a todo esto: lo que materialmente es un “siempre no” transformémoslo en un emocional “siempre sí”.

Les dejo con una cita:

El niño es realista; el muchacho, idealista; el hombre, escéptico, y el viejo, místico.

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