¡Bienvenidos al mágico mundo de la infancia! Un mundo donde
reír es rutina y soñar es obligado. Un mundo para saltar y jugar. Un mundo de
nubes y caramelos. Un feliz mundo donde ser adulto queda prohibido. Un mundo
lleno de colores en el que el blanco es tan solo una pausa del arcoiris. Las
guirnaldas adornan ya todo el recinto y comienzan a salir las tartas de
chocolate de la cocina. Todo está preparado para el comienzo del Gran Día: EL DÍA
DEL NIÑO.
Lamentablemente, ser niño no siempre es así. No todos los
niños pueden reír. Los hay que se olvidaron de hacerlo. Los sueños más
inalcanzables para muchos de ellos son conseguir algo que comer para el día
siguiente. Algunos sueñan con paz. Muchos de ellos tienen como juego cargar con
armas desde bien pequeños. La palabra felicidad les queda… demasiado lejana. Y
no hace falta alejarse mucho de nuestra propia calle para darnos cuenta de que
las guirnaldas no son precisamente lo que alumbra las casas de muchos de
nuestros vecinos, con una vida cada vez más precaria. Nuestros propios hijos
reciben cada vez con más frecuencia una negativa ante sus peticiones de
caprichos antes asequibles y ahora cada vez más imposibles. Las tartas han sido
sustituidas por el pan y chorizo de toda la vida. Seamos realistas: esto no va
bien.
No alcanzamos a pronosticar cómo afectará toda esta crisis a
nuestros hijos, no solo a nivel económico si persiste la situación, sino también
psicológicamente, con costumbres y hábitos adquiridos a fuerza de rutina
obligada. Nuestros padres, que tan poco tuvieron, quisieron dárnoslo todo,
entregarnos tantas cosas que “a ellos les hubiera gustado tener”. Nos
acostumbraron a un “siempre sí” como respuesta a nuestras exigencias, cada vez
más desorbitadas y crecimos pensando que “el dinero nacía de los árboles”. Derrochamos
dinero y lo hicimos alegremente, sin percatarnos de que también estábamos
derrochando la vida. Ahora no solo tenemos que re-aprender a vivir escatimando
sino que hemos aprendido a decir “siempre no”. Tristemente eso pasará factura.
Cíclicamente podría repetirse la historia y el día de mañana encontrarnos con
que nuestros nietos tienen “todo aquello que nuestros hijos no pudieron tener”.
La espiral de la vida… nunca sabes dónde te lleva.
Ahora no hay elección. Tenemos que pasar con lo puesto y
apretar los cinturones para sobrevivir. Tan solo intentemos encontrar, al
menos, el equilibrio emocional a todo esto: lo que materialmente es un “siempre
no” transformémoslo en un emocional “siempre sí”.
Les dejo con una cita:
El niño es realista; el muchacho, idealista; el hombre, escéptico, y el viejo, místico.
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