miércoles, 28 de agosto de 2013

Esta maravillosa crisis de los 40…


Va llegando el momento. Lo ves venir. Se acerca de forma peligrosa. Llega el día e incluso especificas que hasta mediodía no los cumples. Pero los cumples. Ya tienes 40 años.

Tu mente se ha estado preparando a fondo para este día. Has pasado los últimos meses planteándote un sin fin de cuestiones sobre lo que has hecho con  tu vida hasta ahora. Y no has acabado, porque a partir de este momento comenzarás a plantearte con la misma eficacia y persistencia, todo hay que decirlo, otro montón de cuestiones acerca de lo que va a ser tu vida a partir de ahora.

Seamos sinceros: los 40 no dejan impasible a nadie. Pesan como si fueran kilos de piedras en los bolsillos.

Podríamos hacer incluso una distinción de géneros. Nosotras, las féminas, comenzamos a preocuparnos muy en serio por esas, hasta ahora nada importantes, arruguillas que rodean nuestros ojos. Decidimos un buen día que esas cremas antiarrugas que hace nada nos parecían carísimas son ahora una buena inversión. De hecho, dejan de parecernos tan caras. Nuestros shorts ganan en largura. Cuidamos más nuestro peinado, intentando encontrar el punto medio entre el estilo juvenil y el de señora de mediana edad. Pero no solo nos preocupa el aspecto. Nos sorprendemos a nosotras mismas con unas renovadas ganas de vivir todas aquellas experiencias que por razones varias no nos dio tiempo a disfrutar antes. En algunos casos por estudios, en otros por dedicación familiar con hijos pequeños, en otros sencillamente no nos llamaba la atención, la cuestión es que ahora nos apetece viajar, nos apetece tomar una cerveza con aquel amigo que no vemos desde hace meses, nos apetece conocer gente, nos apetece salir de una rutina cada día más asfixiante.

En el caso del grupo masculino la cosa es algo más existencial. Plantearse un cambio radical de domicilio, un cambio radical de trabajo, un cambio radical de pareja… preguntarse porqué aquello salió mal, pero resignarse a que salió mal y no saber cómo arreglarlo. Comprarse un coche más serio. Dejarse esa barbita de hombre interesante y comenzar a utilizar (en secreto, eso sí) una crema hidratante antiedad para mantener su cara resplandeciente.

Luego tenemos puntos en común: todos, mujeres u hombres, decidimos de repente que apuntarse a un gimnasio es algo imperativo desde mañana mismo. "Debo cuidarme más", pensamos. Ahí entramos también al aspecto nutricional y comenzamos a comprar yogures bio, alimentos bajos en grasas, nos abstenemos de comer más de una o dos veces por semana comida rápida y acabamos sintiendo remordimientos cada vez que nos ponen delante un plato de patatas chips y nuestros dedos no paran de llevar a nuestra boca esas sabrosísimas cochinadas. Inevitable.

No nos engañemos, en un año nos sentiremos orgullosos de tener 41 y descubriremos mientras miramos nuestro reflejo en el espejo que tenemos muy buen aspecto. Mejor del que esperábamos. Estaremos satisfechos con la vida que tanto nos ha costado conseguir y veremos a nuestra pareja con otros ojos. Al fin y al cabo, ella (o él) aguantó tu crisis de los 40 con valentía (y mucha paciencia) y solo espera a cambio que cuando llegue el momento tú hagas lo mismo con ella. Aunque si has tenido la mala suerte de coincidir con una pareja de tu misma edad, con toda probabilidad habréis pasado un año horrible casi sin miraros a la cara y un día vais a descubrir que por suerte o por desgracia, seguís juntos. Disfrútalo.

Aquella maravillosa crisis de los 40 formará parte del olvido o pasará a formar parte de una nueva etapa, porque habéis de saber que no somos cuarentones sino cuarentañeras/ros.




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