Va llegando el momento. Lo ves
venir. Se acerca de forma peligrosa. Llega el día e incluso especificas que
hasta mediodía no los cumples. Pero los cumples. Ya tienes 40 años.
Tu mente se ha estado preparando
a fondo para este día. Has pasado los últimos meses planteándote un sin fin de
cuestiones sobre lo que has hecho con tu
vida hasta ahora. Y no has acabado, porque a partir de este momento comenzarás
a plantearte con la misma eficacia y persistencia, todo hay que decirlo, otro
montón de cuestiones acerca de lo que va a ser tu vida a partir de ahora.
Seamos sinceros: los 40 no dejan
impasible a nadie. Pesan como si fueran kilos de piedras en los bolsillos.
Podríamos hacer incluso una
distinción de géneros. Nosotras, las féminas, comenzamos a preocuparnos muy en
serio por esas, hasta ahora nada importantes, arruguillas que rodean nuestros
ojos. Decidimos un buen día que esas cremas antiarrugas que hace nada nos parecían
carísimas son ahora una buena inversión. De hecho, dejan de parecernos tan
caras. Nuestros shorts ganan en largura. Cuidamos más nuestro peinado, intentando
encontrar el punto medio entre el estilo juvenil y el de señora de mediana
edad. Pero no solo nos preocupa el aspecto. Nos sorprendemos a nosotras mismas
con unas renovadas ganas de vivir todas aquellas experiencias que por razones
varias no nos dio tiempo a disfrutar antes. En algunos casos por estudios, en
otros por dedicación familiar con hijos pequeños, en otros sencillamente no nos
llamaba la atención, la cuestión es que ahora nos apetece viajar, nos apetece
tomar una cerveza con aquel amigo que no vemos desde hace meses, nos apetece
conocer gente, nos apetece salir de una rutina cada día más asfixiante.
En el caso del grupo masculino la
cosa es algo más existencial. Plantearse un cambio radical de domicilio, un
cambio radical de trabajo, un cambio radical de pareja… preguntarse porqué aquello
salió mal, pero resignarse a que salió mal y no saber cómo arreglarlo. Comprarse
un coche más serio. Dejarse esa barbita de hombre interesante y comenzar a
utilizar (en secreto, eso sí) una crema hidratante antiedad para mantener su
cara resplandeciente.
Luego tenemos puntos en común:
todos, mujeres u hombres, decidimos de repente que apuntarse a un gimnasio es
algo imperativo desde mañana mismo. "Debo cuidarme más", pensamos. Ahí entramos
también al aspecto nutricional y comenzamos a comprar yogures bio, alimentos
bajos en grasas, nos abstenemos de comer más de una o dos veces por semana
comida rápida y acabamos sintiendo remordimientos cada vez que nos ponen
delante un plato de patatas chips y nuestros dedos no paran de llevar a nuestra
boca esas sabrosísimas cochinadas. Inevitable.
No nos engañemos, en un año nos
sentiremos orgullosos de tener 41 y descubriremos mientras miramos nuestro
reflejo en el espejo que tenemos muy buen aspecto. Mejor del que esperábamos. Estaremos satisfechos con la
vida que tanto nos ha costado conseguir y veremos a nuestra pareja con otros
ojos. Al fin y al cabo, ella (o él) aguantó tu crisis de los 40 con valentía (y
mucha paciencia) y solo espera a cambio que cuando llegue el momento tú hagas
lo mismo con ella. Aunque si has tenido la mala suerte de coincidir con una
pareja de tu misma edad, con toda probabilidad habréis pasado un año horrible
casi sin miraros a la cara y un día vais a descubrir que por suerte o por
desgracia, seguís juntos. Disfrútalo.
Aquella maravillosa crisis de los
40 formará parte del olvido o pasará a formar parte de una nueva etapa, porque
habéis de saber que no somos cuarentones sino cuarentañeras/ros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario