Porque
vivir se convierte con demasiada frecuencia en algo difícil de llevar. Porque
la vida pide pelea y tu día a día pasa a ser una batalla diaria por sobrevivir,
por salir adelante. Cada anochecer, lleno de esperanza, cierro los ojos imaginando
un mejor amanecer.
Pero
la salida del sol no es más que el sonido del cuerno que apunta el inicio de
otro conflicto bélico para el que cada vez mis fuerzas están más menguadas y
mis armas más desgastadas.
Llevo
pocos soldados acompañándome en la guerra y algunos están también cansados de
ver mis heridas. Mas no puedo rendirme. Esta batalla no admite rendición,
porque no hay vencedores ni vencidos más allá del propio orgullo. Sentirse
hundido ahora para hincar después el pie con fuerza en el suelo y coger
impulso. Levantarse, soltar un grito de guerra y lanzarse de lleno contra todas
las dificultades que ayer parecían insalvables y hoy, aún sin haber cambiado su
calificación, dejan de ser invencibles para convertirse en vencidas.
Y
sin embargo, tu abrazo nunca sobra y me gusta llevarte en mi batalla.
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