Comienza un nuevo año (hasta ahí ninguna novedad ¿no es cierto?) y, como todos los anteriores, entramos en él cargaditos de expectativas y nuevos propósitos. Son prácticamente los mismos de cada año: mejorar la situación económica (encontrar trabajo o encontrar ¿otro mejor?), adelgazar (¡ir al gimnasio!), estudiar algo (¿retomar tal vez el inglés?) y tal y tal...
Esquema de CÓMO deben ser nuestras metas
Todo éso está muy bien. Está realmente bien proponerse cosas y sobre todo cuando son cosas que redundarían (nótese el tiempo condicional) en nuestro beneficio. Sin embargo, ahí está el secreto. Son objetivos sujetos a una condición: la constancia.
Esforzarse por ser constantes no es tarea nada sencilla porque a lo largo del año se nos van a ir cruzando decenas de imprevistos con los que no contábamos mientras engullíamos las uvas y pensábamos en esos "a partir de enero..."
Si de verdad queremos perseverar en nuestro objetivo debemos esforzarnos por seguir firmes en nuestros propósitos. No tirar la toalla si un día nos saltamos la dieta por completo comiendo algo más de la cuenta o si esta tarde no tenemos ánimo de ir a sudar la camiseta a la sala de fitness. Retomar siempre, en la medida de lo posible, nuestros objetivos, sean los que sean.
Al final, la recompensa es suculenta. No se trata de mirar atrás y ver que has perdido dos tallas de pantalón o que has leído veintisiete libros en un año, sino la satisfacción del objetivo cumplido, de alcanzar metas, de haber sido capaz.
Mucha suerte para este año, de corazón, y si necesitáis un empujoncito... no tenéis más que avisar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario