miércoles, 25 de diciembre de 2013

¿Feliz? Navidad


Como cada año, Rosa preparó la mesa con esmero: alisó las arrugas del mantel rojo para que la estrella de Navidad tuviera las cinco puntas bien estiradas, colocó los platos de forma perfectamente alineada y en distancia sincronizada a los cubiertos, brillantes y tan nuevos como el primer día, encendió las tres velitas blancas en el centro de la mesa y, cerrando los ojos, evocó un año más la imagen del hombre que había hecho cobrar sentido a unas fechas tan vacías hasta entonces. La última imagen de él aún flotaba en su recuerdo mientras dirigiéndose a la cocina pudo olfatear que la sopa estaba ya en su punto. Sirviendo dos platos, se aventuró a llevarlos a la mesa de un solo viaje… aún sabiendo que él no estaba allí y que su silla permanecía vacía, a Rosa aún le parecía estar escuchando su voz cuya reprimenda se le antojaba ahora entrañable. Llevar dos platos con sopa no era una proeza sino una insensatez. Sin embargo, Rosa vivía al límite en los detalles más rutinarios y sencillos de la vida. Le echaba tres cucharadas de azúcar a su café, se levantaba siempre diez minutos más tarde de lo debido, andaba descalza en pleno invierno e innumerables descuidos más que ella ni siquiera quería admitir, al menos de forma consciente.


Se sentó frente a aquella silla vacía y, deseándole Feliz Navidad, se puso a tomar su sopa mientras una lágrima solitaria y amarga resbalaba por su mejilla.

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