Alguna extraña razón me empuja siempre a meditar sobre
aspectos que para otros probablemente pasen desapercibidos e incluso carezcan
de importancia. Hoy, alguna de esas extrañas razones me llevó a pensar en los
pequeños momentos de nuestra rutina que nos hacen respirar hondo y exhalar un
profundo suspiro mientras pensamos:
- No cambiaría este momento por nada.
Llegar a casa y ponerte las zapatillas, una ducha caliente
en invierno, echar una cabezadita en el sofá…
Pero voy aún más allá. Existen cosas todavía más pequeñas y que nos
causan la placentera sensación de parar el tiempo. Yo, personalmente, disfruto de
mi pequeño espacio temporal (lo que podríamos llamar Mi Rincón Imaginado)
escribiendo en este blog. Ha sido para mí un emotivo descubrimiento poder
escribir acerca de todo aquello que diariamente ronda mi cabeza sin necesidad
de pulir cada detalle para hacerlo estéticamente bonito. Sencillamente dejo
salir los pensamientos y los transformo en palabras escritas. Pero el placer no
radica en escribir, sino en que, mientras lo hago, miro hacia un lado y veo a
mi perrita plácidamente dormida en su cama, gimiendo mientras sueña, a buen
seguro, con un buen estofado de ternera. El placer posterior de ver mi entrada
escrita y con la ilusión de poder ser leída por todos vosotros que hacéis de
este blog cada día, un reto para mí. Apagar la pantalla del ordenador y meterme
en la cama satisfecha de haber hecho públicos mis absurdos pensamientos (eso que
tanto miedo le da a otros) y encender una vela blanca en mi mesita de noche
para acabar de meditar sobre lo que hice hoy y sobre lo que mañana he de hacer.
Esa vela encendida, ese halo que la rodea, llenan de calma
mis penúltimos instantes del día. Hace olvidar las preocupaciones e invita a
descansar.
Por último, cerrar los ojos y ver con la mirada del
pensamiento a esa persona especial que todos tenemos en el corazón, llámese
padre, madre, hijo o hija, novio, novia, esposo o mujer, amigo o amiga, mascota
o compañero. Ellos llenan los últimos minutos de la jornada y nos dejan caer,
ahora sí, en los brazos de Morfeo.
Las preocupaciones y las prisas quedan ya atrás. Duermen,
como tú. Pero lo que es mejor de todo: cada noche alumbra un día.
¿Me acompañáis mañana a ver amanecer?
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